¿A Quién Rezan los Candidatos?

por Padre John McCloskey

¿A quién rezan los candidatos?

En Estados Unidos, la religión es un recurso electoral frecuente, pero poco decisivo a la hora de votar.

En este mes de noviembre los norteamericanos acuden a las urnas para elegir Presidente.

Durante la campaña electoral, los medios de comunicación han sacado a relucir en diversas ocasiones el tema religioso. Así, han descrito la estricta observancia del sábado por parte del «número dos» demócrata, Lieberman–un judío practicante – , y han referido las alusiones religiosas de los principales candidatos. Con frecuencia, la posición de los medios ha sido pedir la completa separación entre las ideas religiosas personales del candidato y su actuación pública.

Pero, ¿ha sido siempre esto así? ¿Desde cuándo el factor religioso ha tenido peso en las elecciones presidenciales en Estados Unidos? ¿Cuál es ese peso hoy en día? A estas y otras cuestiones responde C. John McCloskey III, director del Centro de Información Católica del Arzobispado de Washington, ciudad que representa el centro neurálgico de la política norteamericana.

Por José M-a Navalpotro

 – Hace cuatro años, Clinton decía que Coalición Cristiana podía restarles a los demócratas un cinco por ciento de los votos. Hoy, la prensa sigue hablando sobre la influencia política de Coalición Cristiana, sobre los pronunciamientos de metodistas, bautistas y otras denominaciones religiosas... ¿Es tanta la influencia de la religión sobre los votantes?

 – Coalición Cristiana, como su antecesor en los años setenta–la llamada «Mayoría Moral»–ha tenido un impacto decreciente en las sucesivas elecciones a partir de la de Ronald Reagan en 1980. La mayor parte de su influencia se debía al genio organizativo de Ralph Reed, que se ha convertido en asesor político independiente, en la actualidad comprometido en la campaña del Gobernador Bush. Ahora mismo la cabeza visible de Coalición Cristiana es Pat Robertson, un cristiano carismático, a quien por lo general se le considera como un extremista y como un personaje algo pintoresco en sus opiniones.

Coalición Cristiana ha representado (aunque no en exclusividad) el punto de vista, por lo general conservador o de derechas, de muchos evangélicos o fundamentalistas que se identifican con una religión cristiana basada en la Biblia como única fuente de autoridad. En Estados Unidos hay más de veinte mil sectas y denominaciones protestantes, que probablemente aumentan de día en día, y que mantienen el principio de libre interpretación de la Biblia.

DOS RAMAS

 – Pero supongo que este protestantismo, tanto en lo religioso como en su forma de entender la política, no forma un bloque uniforme...

 – En realidad, el protestantismo norteamericano puede dividirse en dos grandes ramas: una, la mencionada en su pregunta anterior, la llamada «corriente principal», incluye denominaciones como los luteranos, metodistas, bautistas y episcopalianos. Lo que tienen en común todos ellos es que sus números han disminuido rápidamente en los últimos años y que han llegado a ser prácticamente imposibles de diferenciar en cuanto a su doctrina, hasta el punto de compartir los ministerios. Por lo general, han cedido totalmente en materias de moral familiar, en cuestiones básicas como el aborto, el divorcio, la contracepción o la homosexualidad. Juegan un papel cada vez menos importante en la política norteamericana, ya que sus supuestos valores cristianos no les diferencian en nada de sus vecinos secularistas.

La segunda rama protestante son los evangélicos. Han crecido numéricamente lo que han disminuido los grupos de la «corriente principal», además de haber acogido a millones de católicos alejados de su fe; a los que huyen de las corrientes protestantes «progresistas»; a los inmigrantes hispanos procedentes del sur de la frontera; y a laicistas, captados con eficacia por sus agresivas tácticas de «venta».

Lo que resulta más difícil de valorar–y soy escéptico en este punto–es la capacidad de los evangélicos/fundamentalistas para mantener su rápido ritmo de crecimiento. Desde el momento en que sus actos, su práctica religiosa y las conversiones se basan sobre todo en el «entusiasmo» (puede verse al respecto el maravilloso clásico de Ronald Knox sobre la materia), creo que en los próximos años perderán buena parte de su influencia y de su feligresía. A la vez que protestantes, también son a-históricos, a-litúrgicos, a-tradicionales y antijerárquicos. Por todo ello no tienen cimientos suficientes para una presencia duradera.

Es bastante obvio que, en Estados Unidos, desde el punto de vista de influencia político–religiosa, hay una batalla cada vez más polarizada entre la fe católica y el secularismo ateo. De hecho, los principales periódicos y medios de comunicación laicos han reiterado bastante que el voto de los católicos practicantes (es decir, los que van a Misa dominical y frecuentan los sacramentos) es la clave del voto oscilante. Ese voto, si respaldara mayoritariamente a Bush, podría dar la victoria a los republicanos.

RELIGIOSIDAD Y RELIGION

 – Pero, concretando, ¿influye realmente la religión a la hora de depositar el voto?

 – Se dice que Norteamérica es una nación religiosa, aunque no nos engañemos. Es un país lleno de religiosidad y piedad, pero, por lo general, las creencias de cada uno parecen tener cada vez menos influencia sobre cómo se vive, y mucho menos sobre cómo se vota. La gente a menudo identifica su «religión» con lo que eran sus padres y con la educación recibida. Se cambian de denominación con tanta facilidad como si estuviesen eligiendo entre una Pepsi o una Coca–Cola, entre McDonalds o Burger King.

Resumiendo: si juntamos a los católicos practicantes de verdad–que calculo rondan el diez por ciento de los sesenta millones de católicos nominales–con la cifra que corresponda a los millones de fieles del «núcleo duro» evangélico–fundamentalista, más los relativamente escasos judíos ortodoxos y musulmanes, de todo ello se deduce que es pequeña en términos relativos la influencia «real» de la religión en la vida política norteamericana. Y lo que resulta cada vez más evidente es que la verdadera elección para América será entre un floreciente ateísmo práctico–que podríamos llamar liberalismo secularista – , y un catolicismo emergente, dinámico, evangelizador, basado en la visión de Juan Pablo II (cfr. el artículo al respecto en mi página web: «2030:Looking Backwards»).

LA MASONERA

 – Hasta Kennedy, se decía que, para ser Presidente de Estados Unidos, se tenía que ser masón. También, que no podía ser católico. ¿Hasta qué punto era cierto antes, y lo es ahora?

 – Ser masón nunca ha sido un requisito para ser Presidente. De hecho, la mayoría de los presidentes no lo han sido. Al hablar para el lector europeo o español es importante que entienda que la masonería aquí (que, por cierto, está en rápido declive) ha sido de un estilo diferente a la masonería del siglo XVII que podía encontrarse en Inglaterra, Francia, España o Alemania. En estos sitios casi podría definirse por su hostilidad al catolicismo y a la cultura católica.

Excepto Kennedy (de quien se sospecha que su práctica religiosa y su creencia en el catolicismo en realidad se debía a su ignorancia casi absoluta de la doctrina y a su comportamiento escandaloso e inmoral), todos los presidentes han sido–al menos de nombre–protestantes, y de los que van a la iglesia, aunque dentro de una gran variedad de denominaciones. Ciertamente, ninguno puede ser considerado como fervoroso o como evangélico. No obstante, buena parte de ellos no vieron conflicto entre ser masones y protestantes. Si tuvieron rasgos anticatólicos en sus opiniones personales o públicas, eso se debió a su protestantismo–que por su propia naturaleza es anticatólico – , y no a cuenta de alguna influencia o conspiración masónica.

El anticatolicismo está en alza en Estados Unidos, por parte de la derecha, pero a causa del fanatismo o de prejuicios. Eso se debe a que el secularismo liberal sabe que la Iglesia es el único baluarte de la moral dentro de la política. Por eso, podrían decir con Voltaire aquello de «Ecrasez l'infame». De hecho, en las últimas campañas electorales ha habido destacados católicos, como Patrick J. Buchanan y Alan Keyes (¡un católico negro!), con notable éxito electoral. Y si ha habido gente que ha votado en su contra, no ha sido por su condición de católicos, sino más bien por sus puntos de vista, que se basaban claramente en la moral judeo–cristiana, pero mezclándola con otras opiniones sobre cuestiones políticas.

En otras palabras, me parece más posible que en el futuro tengamos un presidente católico antes que uno masón.

EL DAÑO DE KENNEDY

 – Kennedy se convirtió en el primer católico que alcanzaba la presidencia. ¿Cómo fue su campaña electoral: instrumentalizó su condición de católico, o la dejó al margen?

 – Kennedy probablemente perjudicó bastante al catolicismo y a la causa de la religión en general porque, como católico al menos formalmente, que concurrió además a la carrera electoral intencionadamente como católico, sin embargo insistió en que su fe no tendría influencia sobre su modo de abordar las distintas cuestiones que tuviese que tratar como Presidente. Al actuar de esta manera, convirtió su catolicismo en una cosa muerta. En este sentido, cualquier principio religioso, desde la óptica política, se ha entendido como una «creencia personal», lo que ha originado en la política norteamericana una esquizofrenia, que subsiste hoy en día, entre lo que uno cree y su modo de actuar.

Kennedy reflejó esta forma de ver las cosas en 1960, en un famoso discurso ante un grupo de pastores protestantes. Expresó su firme convicción en «la separación de la Iglesia y el Estado» (frase que no se encuentra por ninguna parte en la Constitución de Estados Unidos). Su adversario, el entonces vicepresidente y futuro Presidente Nixon (cuáquero no bautizado), evitó aprovecharse del catolicismo de Kennedy para atacarle en la campaña electoral. Al fin y al cabo, también él quería ganarse el voto católico, que representó un bloque electoral de importancia creciente en medio del «baby boom» de la posguerra, cuando las tasas de procreación de los católicos les fueron convirtiendo en un grupo poderoso, antes de que se extendiese el uso de la píldora de control de natalidad.

JOHNSON, NIXON Y CARTER

 – Tras Kennedy, en las campañas que llevaron a la presidencia a Johnson y, posteriormente, a Nixon y a Carter, ¿pasó el tema religioso a un segundo plano?

 – Lyndon Johnson fue un ególatra cuyo máximo interés era el poder. Sus creencias religiosas, si las tenía, no fueron en modo alguno importantes en su persecución del poder político, ni se les puede atribuir la gran mejora durante su administración, ni tampoco el desafortunado modo de llevar la guerra de Vietnam, que provocó su decisión de no optar a la reelección en 1968.

Richard Nixon–que, como he señalado antes, era cuáquero–hacía frecuentes referencias a la educación religiosa recibida de su madre. Apeló al «americano medio» y, como tal, fue algo así como un «protestante indefinido». Su práctica religiosa estuvo repleta de ese sentimentalismo religioso tan característico de la religiosidad americana, pero no se definió en una forma concreta de creencia dogmática. De modo bastante sorprendente, sin embargo, su consejero Chuck Colson, quien sería encarcelado por las convulsiones de los escándalos Watergate, reveló que Nixon le dijo que había considerado la posibilidad de hacerse católico. En sus artículos y libros llama la atención su gran admiración hacia los tres gigantes políticos católicos de la Europa Occidental de la posguerra: De Gasperi, Adenauer y De Gaulle.

Carter fue distinto. Era un auténtico hijo del Sur, un evangélico bautista sureño «nacido de nuevo» («born again») que rezaba, leía las Escrituras y enseñaba en la escuela dominical, y que nunca intentó ocultar sus sinceras convicciones religiosas. Sin embargo, uno de los principios fundamentales de los bautistas–una de las dos o tres mayores denominaciones protestantes en Norteamérica–es la estricta separación entre la Iglesia y el Estado. Por tanto, Carter no se pronunció contra el principal asunto donde se hacía evidente la degradación moral de Estados Unidos: el aborto. Esta práctica quedó en buena parte legalizada en 1973 como resultado de la ignominiosa sentencia Roe contra Wade del Tribunal Supremo.

Carter, presidente desde 1976 a 1980, acogió gratamente el primer viaje de Juan Pablo II a Estados Unidos en 1979. Cabe preguntarse si sus predecesores hubiesen hecho lo mismo.

GIRO CONSERVADOR

 – Las consecutivas elecciones ganadas por los presidentes republicanos significaron un giro conservador. ¿Qué peso tuvieron los valores religiosos? ¿Se podría decir que Reagan y Bush se sirvieron de la religión, o por el contrario, siguieron sus principios?

 – Son dos personas muy distintas en su preocupación religiosa. Reagan fue un hombre profundamente creyente, como suelen ser los hombres de las ciudades pequeñas del Medio Oeste americano. Estaba familiarizado con la Biblia, la citaba a menudo en sus discursos y la consultaba como guía de conducta. Se educó como protestante, aunque su padre era un católico irlandés. No asistía demasiado al servicio dominical protestante, pero se comportó con gran rectitud en política, orientándose en las cuestiones morales tanto por la Revelación como por la ley natural. Entre sus colaboradores más cercanos al máximo nivel hubo firmes católicos practicantes, como Casey, Allen, Alexander Haig y Donald Regan, por citar a unos pocos. Fue un destacado adversario del aborto y un feroz anticomunista. No es ningún secreto la estrecha relación que mantuvo con la Iglesia Católica y con el Papa. Jamás en la historia presidencial norteamericana ha tenido la Iglesia un amigo tan poderoso como Ronald Reagan.

El Presidente Bush fue el último de los aristócratas protestantes nacidos en Nueva Inglaterra. Fue un prototipo de los wasp (protestante-blanco-anglosajón, según sus siglas en inglés), de clase alta, que en buena parte han dirigido el país en el último medio siglo desde el propio Gobierno, pero también mediante su influencia en la prensa, en la literatura y la educación superior. Pero ese periodo ya pasó. La práctica religiosa y las creencias doctrinales de los wasp se han diluido bastante, y su prole está disminuyendo debido al control de la natalidad. Bush es episcopaliano, un hombre decente, que se «convirtió» en el tema del aborto hasta acabar oponiéndose, aunque durante su único mandato presidencial hizo muy poco por frenar la continua degradación moral de Estados Unidos.

CLINTON

COMO PARADIGMA

 – ¿Cuál ha sido la evolución de Clinton desde su primera campaña?

 – Clinton no ha evolucionado. En muchas cosas es un espejo de la América de hoy. Viene de un trasfondo familiar sumamente problemático. Su panorama familiar es la clásica «familia disfuncional», con abuso del alcohol, matrimonios múltiples, traslados continuos de domicilio, etc. Su largo historial como mujeriego público es de sobra conocido y su incapacidad para decir la verdad le ha llevado hasta la recusación («impeachment»). Presume de leer de la Biblia, de rezar y de ir a la iglesia bautista americana.

Al mismo tiempo, de acuerdo con su mencionado comportamiento personal, es un feroz propulsor del aborto, lo que incluye su reciente aprobación de la píldora RU–486 en Estados Unidos y de los programas de planificación familiar por todo el planeta. Su compañía favorita son las estrellas, productores, directores y propietarios de las compañías de cine y televisión de Hollywood, culpables en gran medida de la continua degradación de costumbres, en Estados Unidos y en el mundo entero. Clinton ha reiterado públicamente que las elecciones de noviembre son un plebiscito sobre el aborto, que el secularismo liberal considera un derecho sacrosanto, ya que lo que está en juego es el libertinaje sexual absoluto.

Clinton es el paladín de la cultura de muerte, aunque, intelectualmente, puede que el vicepresidente Gore esté más comprometido con la secularización completa de América. Y con la creación de un nuevo orden mundial basado solamente en valores laicistas.

EL CANDIDATO JUDO

 – En esta campaña, el «número dos» demócrata, Lieberman, ha aludido con frecuencia a su fe judía. Con frecuencia, las confesiones religiosas de los políticos originan polémicas similares. ¿Cree Vd. que estás polémicas están provocadas por los propios políticos o son los medios de comunicación los que hacen escándalo?

 – Lieberman es un judío observante de la Ley, que se las ha ingeniado durante el transcurso de su campaña con el vicepresidente para retomar posiciones religiosas o morales conservadoras bastante notables, que ya manifestó durante su periodo como senador. Su selección por parte de los demócratas fue un golpe maestro político, que otorgaba al tándem un aura de venerabilidad por sus fuertes creencias religiosas, a la vez que continúa,–incluso de forma más radical – , la política de quiebra de la moral emprendida por Clinton.

A los medios de comunicación les encanta la controversia y cualquier cosa que venda periódicos o consiga más televidentes y oyentes. Como está bastante demostrado por estudios rigurosos, casi todos los medios son muy «progresistas» y, como tales, se burlan de las creencias cristianas o judías. Para ellos, la religión es una reliquia del pasado, desfasada y desacreditada. Por eso, pregonarán que la supuesta práctica religiosa de Gore y Lieberman en modo alguno afecta a la hegemonía de agenda moral «progresista» de la «cultura de la muerte». A los cristianos coherentes, por el contrario, no se les toma en serio, incluso aunque sean tan flojos como Bush y Cheney.

BUSH Y GORE, FRENTE A FRENTE

 – De la campaña actual, ¿qué se puede decir?

 – Ambos, tanto Bush como Gore, reclaman para sí ser «nacidos de nuevo». Mientras Bush afirma que «Jesucristo es mi filósofo favorito», Gore asegura que se está preguntando constantemente a sí mismo «¿qué haría Jesús?». Al Gore es bautista y George W. Bush, metodista.

Dado que por lo menos parecen tener opiniones muy diferentes acerca de cuestiones morales como el matrimonio, el aborto o el poder de Hollywood, puede comprobarse que la religión se está usando en buena parte comonnn argumento electoral, pero que en realidad no tiene impacto efectivo sobre la política. Sólo un candidato menor, un católico convencido como Patrick J. Buchanan habla con un tono moral ausente de hipocresías, y basado tanto en la ley natural y en la Revelación como en la Iglesia Católica. Prácticamente no hay cristianos firmes, ya sean católicos o evangélicos, entre los consejeros más inmediatos de los principales candidatos. Seguro que la mayoría de los cristianos coherentes, que creen en la tradición y en las Escrituras y tienen cierto sentido de la moral, votarán por Bush. Pero de igual modo puede decirse que sólo representan una significativa minoría, como se puso en evidencia con la reelección de Clinton hace sólo cuatro años.

First appeared in Palabra in the November 2000 issue.