Quienes Somos?

Critica Literaria por el Padre John McCloskey

Samuel Huntington pertenece al llamado grupo de autores de "visión amplia" entre los que se incluye a Niall Ferguson, Philip Jenkins y Francis Fukuyama que nos ayudan a entender los cambios sísmicos, globales y geopolíticos que se están dando en este siglo.

Sus opiniones están basadas en diversos factores tales como la demografía, los modelos de inmigración, estadísticas del crecimiento, creencias y por supuesto, la economía. Todos estos elementos son de vital importancia para los católicos como miembros de la religión cristiana global y para las perspectivas de evangelización y de la influencia universal de la Iglesia.

A Huntington se le conoce principalmente por su profunda obra escrita hace 10 años y traducida a 37 idiomas, titulada "El choque de las civilizaciones y la reconstrucción de un nuevo orden". La tesis básica de ese libro es que los futuros conflictos en gran medida no serán ideológicos, sino más bien basados en grandes líneas geográficas que reflejan las culturas y las creencias religiosas, por ejemplo: los musulmanes fundamentalistas versus el occidente cristiano.

En su momento fue muy controversial, pero después de los eventos del 11 de septiembre, que parecieron confirmar su tesis, regresó para ubicarse en la lista de los más vendidos.

Ahora Huntington ha escrito "Quienes somos?" Un nuevo libro desafiante (Simon and Schuster, New York, 2004), que debe leer toda persona interesada en la situación actual y futura de los Estados Unidos.

No es sorprendente que el nuevo libro de Huntington haya resultado ser altamente controversial, en parte por insistir que este país está en una encrucijada que podría llevarnos a uno o más tipos de futuro:

1. Un pueblo atado al credo americano (la Declaración de la Independencia y la Constitución), pero carente del conocimiento de la base histórica cultural en que dicho credo está arraigado;

2. Un pueblo bifurcado: parte anglo, parte hispano (debido a la formidable inmigración sin una asimilación exitosa), tanto en idioma como en cultura;

3. Un país exclusivista que acepta la identidad blanca, europea, como en el pasado y subordina o excluye a otros grupos;

4. Un país revitalizado que reafirma su cultura anglo protestante y sus compromisos religiosos de cara a los conflictos con un mundo hostil.

Huntington argumenta que la mayor fuerza de este país radica en sus valores nacionales básicos, producto de la cultura anglo protestante de los siglos 17 y 18.

En sus orígenes los Estados Unidos no fueron una nación de inmigrantes, era una sociedad o sociedades de colonizadores que vinieron al Nuevo Mundo. Hay diferencias fundamentales entre colonizadores e inmigrantes. Los colonizadores abandonan una sociedad ya existente para crear una nueva comunidad, una ciudad ubicada en la altura, en un territorio nuevo y con frecuencia distante.

"En América, la Reforma creó una nueva sociedad… sin ella, no habría habido América, en la forma en que la conocemos". La visión de los colonizadores de una "tierra prometida" expresada en el credo americano, incluía un compromiso con el individualismo y una fuerte ética de trabajo, así como formas democráticas de gobierno.

Huntington revela una fuerte preocupación por el gran flujo de hispano parlantes, inmigrantes mexicanos, que están llegando a nuestro país. Indica en su libro que son demasiados millones de personas, por lo que la asimilación es prácticamente imposible, estableciendo con el paso del tiempo un tipo de país semejante a Canadá, Bélgica o Suiza, dividido por lo menos por el idioma, pero si no también por la cultura.

Aún en los últimos 50 años, los imperios y los países han venido y se han ido. Apenas durante los últimos 500 años hemos visto siglos dominados por los españoles, los franceses y los ingleses, e incluso el "Imperio del Mal" de la Unión Soviética. El siglo 20 fue dominado claramente por los Estados Unidos, y al comienzo de este siglo, en términos de poder político, cultural y económico, su dominio continúa siendo indisputable. Sin embargo, la nación está enfrentando desafíos tanto desde dentro como de fuera, que amenazan su hegemonía actual.

Lo que diferencia a los Estados Unidos de las anteriores potencias mundiales es que su identidad no está basada en etnicidad sino más bien en un acuerdo entre personas libres, de llevar a cabo un experimento como república democrática basado en lo que conocemos como el credo americano, o sea la Declaración de la Independencia y la Constitución. Si el pueblo no coincide en el acuerdo sobre lo que entendemos en qué consisten los Estados Unidos, podríamos seguir el camino de los demás.

Si bien en lo general coincido con muchos de los puntos de Huntington, tengo dos desacuerdos importantes. Primero, deberíamos dar la bienvenida a los grandes flujos de cristianos que llegan a nuestro país, aun cuando no sean anglo protestantes. Ellos aportan a nuestro país, un aumento de cristianos que son buenos trabajadores, compensando lo que ha venido a ser el resultado final de la declinación del anglo protestantismo blanco, grupo cada vez más pequeño y con familias desunidas a causa del divorcio, el aborto y la contracepción.

Mientras el gobierno trata de transformar a los inmigrantes hispanos en buenos ciudadanos americanos, que respeten y admiren el credo americano, el papel de la Iglesia sería catequizarlos y evangelizarlos para que, a su vez, le pasen a los Estados Unidos una fuerte influencia cristiana.

Segundo, Huntington apenas si menciona el catolicismo, a no ser para decir que se asimiló en gran medida a la mayoría anglo protestante. Hay algo de verdad en eso, y de alguna forma ayuda a explicar en parte, la larga crisis que la iglesia en América ha sufrido en los últimos 40 años.

Ahora, sin embargo, cerca de un cuarto de la población de los Estados Unidos es católica, y la Iglesia es la única institución que ha permanecido firme e inequívoca sobre la santidad de la vida humana, la dignidad de la persona humana, el valor del trabajo humano, el papel central de la familia, la santidad del matrimonio y la importancia de la solidaridad que puede continuar uniéndonos como americanos, o al menos asegurar que no nos ahoguemos sin dar la lucha, en un pozo de relativismo moral.

Parece extraño, en vista de las múltiples citas que hace del libro del francés Alexis De Tocqueville en su importante libro "Democracia en América", que Huntington no haya encontrado sitio para la cita adjunta.

Huntington ha escrito un libro desafiante que hace las preguntas pertinentes y proporciona muchas buenas respuestas. No obstante, se queda corto al no comprender que la declinación moral de este país proviene, en parte, de la desintegración del protestantismo tradicional que no propone ya enseñanzas con autoridad moral basadas en la ley natural o en la Sagrada Escritura. Ya no hay vuelta para atrás. El cristianismo evangélico, si bien es más ortodoxo en su creencia, carece de un lugar en la historia, es alitúrgico, no sacramental y está basado en última instancia en el juicio privado. Sube y baja con el entusiasmo.

Una religión así no puede transformar una sociedad. Como sugirió De Tocqueville, quizás estamos contemplando ahora la toma de posiciones entre un catolicismo resurgente y un consumismo secularista? En este nuevo siglo o regresamos de vuelta a casa, a Roma, que enseña con autoridad, o vivimos por y en un mundo cada vez más brutal y grosero donde el objetivo principal de la vida es el placer, donde la vida no vale nada y donde no hay expectativa de una vida en el más allá.

Conforme la Iglesia Católica en los Estados Unidos va recuperando su salud y sigue creciendo numéricamente y en vocaciones a través de familias más numerosas, conversiones e inmigración, su influencia puede proporcionar la única base para una sociedad justa y virtuosa de la que los Padres de la Patria se sentirían orgullosos. El credo americano, respetuoso de la libertad religiosa, bien puede encontrar una base firme en el Credo de Nicena y la Iglesia que lo profesa. De esto puede depender el éxito o incluso la supervivencia del experimento americano.

LOS CATOLICOS EN AMERICA

En la época de 1840, cuando todavía los católicos constituían una pequeña minoría en los Estados Unidos, Alexis De Tocqueville escribió lo siguiente en su famoso libro "Democracia en América":

"Los Estados Unidos son el país más democrático del mundo, y a la vez (según informes dignos de crédito), el país en que la religión católica hace los mayores progresos. Esto es sorprendente a primera vista. Se deben destacar aquí dos aspectos detenidamente: la igualdad hace que los hombres quieran formar sus opiniones propias; pero, por otra parte, les transmite el gusto y la idea de unidad, simplicidad e imparcialidad en el poder que gobierna a la sociedad.

"Las personas que viven en sociedades democráticas son por tanto, propensas a sacudirse toda autoridad religiosa, pero si consienten en sujetarse a este tipo de autoridad cualquiera que sea, escogen por lo menos la que sea sencilla y uniforme. Las autoridades religiosas que no irradian de un centro común resultan naturalmente repugnantes a sus mentes; y están prontos a aceptar que de haber varias religiones, mejor que no haya ninguna.

"Actualmente, más aún que en épocas anteriores, se ve que los católicos caen en la infidelidad y que los protestantes se convierten al catolicismo. Si se considera al catolicismo desde dentro de su propia organización, pareciera como que está perdiendo; si se le considera desde fuera, pareciera que está ganando. Pero esto no es difícil de explicar.

"Los hombres de nuestros días están naturalmente poco dispuestos a creer; pero apenas tienen una religión, inmediatamente encuentran en sí mismos un instinto latente que los urge inconscientemente a inclinarse hacia el catolicismo. Muchas de las doctrinas y prácticas de la Iglesia Católica Romana los asombran, pero secretamente admiran su disciplina y los atrae su enorme unidad.

"Si el catolicismo pudiera apartarse de las animosidades políticas a las que ha dado lugar, no me cabe duda que el mismo espíritu de la época que parece serle tan opuesto se volvería muy favorable, al punto de admitir el enorme y repentino avance que ha tenido.

"Una de las mayores y más comunes debilidades del intelecto humano es tratar de reconciliar principios opuestos y comprar la paz a costa de la lógica. Por ello siempre ha habido y siempre habrán, hombres que luego de haber sometido alguna parte de sus creencias religiosas al principio de autoridad, buscan como eximir de dicho principio a varios otros aspectos de su fe y así mantener sus mentes flotando a la deriva entre la libertad y la obediencia.

"Pero me inclino a creer que el número de estos pensadores será menor en un medio democrático que en otras épocas, y que nuestra posteridad tenderá más y más hacia una división que consta solamente de dos partes: unos abandonando por completo el cristianismo y otros regresando a la Iglesia de Roma".